Fundada en 1544, la ciudad de São Mateus (San Mateo, en español), es una de las más antiguas del Espíritu Santo, y se encuentra al norte de ese bello estado de Brasil. Su importancia proveniente desde la época colonial es reflejado en bonitas construcciones y sitios turísticos históricos, además de algunas de la mejores y más hermosas playas de esa región brasileña.
São Mateus queda muy cerca del límite con Bahía, y por lo tanto no es difícil imaginar que posee un litoral deslumbrante. Muchas son las opciones para el turista; si lo que busca son lugares agrestes, vale una visita a las playas Aldea del Coco, del Brejo Velho (Pantano Viejo), del Caramujo, Gameleira, Oitizeira y Ranchinho. Arena blanca y tranquilidad, combinadas a un acceso no siempre fácil y poca infraestructura pueden atrapar a los que desean paz y distancia del bullicio.
A su vez, la Playa del Bosque, cuya orla está llena de pinos (de ahí el nombre), es un lugar muy frecuentado, aunque un poco más reservado que otros sitios de mayor movimiento en la costa. Por otra parte, los amantes de los deportes tienen en la Playa del Abricó y en la Isla de Campo Grande dos excelentes alternativas; en esta última se lleva a cabo anualmente el Festival del Cangrejo, en junio.
Pero sin duda los puntos más animados de la costa norte del Espíritu Santo son la Playa de Barra Nueva, de mar agitado, manglares y arena amarilla, y principalmente Gurirí, el pedazo de litoral más conocido de la ciudad. Se trata de una de las playas más frecuentadas de todo el estado y está ubicada en la isla de mismo nombre, así como todas las que fueron mencionadas anteriormente; tiene buena infraestructura, un mar precioso de olas medias y un Carnaval que reúne a más de 100.000 personas en los cuatro días de fiesta.
Ya en la centro de la ciudad, es muy importante el conjunto de templos y edificaciones con fines religiosos. Se destaca el Museo de Arte Sacra y su gran colección, además de la Iglesia Matriz y la de San Benedito (donde se llevan a cabo celebraciones afros), construidas en el siglo XVIII por los jesuitas, que luego ordenaron la edificación de la Iglesia Vieja, levantada por esclavos negros a base de piedra, cal y argamasa de aceite de ballena. Esta última no fue concluida por falta de recursos, dejando en su lugar solamente ruinas.
En el pasado, la ciudad fue un importante centro de recepción de esclavos llegados desde África, después de ser durante siglos territorio indígena y antes de recibir a miles de inmigrantes italianos. Tanta historia se ve reflejada, por ejemplo, en el Puerto de São Mateus, y sus edificios en estilo colonial portugués, y en el Museo Histórico Municipal, que funciona en la antigua cárcel y contiene urnas funerarias de origen tupí, además de muebles y documentos. Cerca de allí, se encuentra el ‘pelourinho’, la columna donde eran castigados los criminales; caminar por este lugar es realizar un verdadero paseo por otras épocas.
Fotos: Playa de Gurirí, por Christiano Altoé; Iglesia Vieja, por Vilmar Lentz; Puerto de São Mateus, por Francisco Pereira Andrade (todas en Flickr)