Al pie de los cerros Sica Sica y Churuquella y en plena cordillera oriental de los Andes, se encuentra Sucre, primera ciudad de Bolivia y considerada una verdadera joya arquitectónica, lo que le valió haber sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. La capital oficial del país es además conocida como la «Ciudad Blanca», debido al color de gran parte de las construcciones de su centro histórico, o como «Ciudad de los Cuatro Nombres», ya que en el pasado se llamó Charcas, La Plata y Chuquisaca, antes de tener su denominación actual. 

Uno de los aspectos más impresionantes de Sucre es la conservación de su centro histórico, que aún mantiene muchos de sus antiguos edificios, algunos de ellos de enorme importancia histórica para el país. La arquitectura colonial y el color blanco predominan en la parte vieja de la ciudad, que cuenta con muchos templos, museos y conventos, así como casas que cuentan décadas y hasta siglos de historia.

Entre los edificios más importantes de la ciudad, está la Casa de la Libertad, lugar que alberga muchas reliquias históricas y donde se firmó el Acta de la Independencia de Bolivia, en 1825. Por cierto, fue en Sucre que se dio el primer grito libertario de América Latina, el 25 de mayo de 1809. La construcción está ubicada en la plaza principal, a pocos metros de la Catedral Metropolitana, una de las tantas iglesias de fachadas imponentes y altares majestuosos, como es el caso de los templos de San Lázaro, San Francisco, Santo Domingo, Santa Teresa, San Felipe Neri, María Auxiliadora y otros.

Subiendo por las calles Calvo o Grau, se llega a la Recoleta, una gran plaza donde se encuentra un templo, un museo, un convento y un mirador, desde donde se tiene una vista espléndida de toda la ciudad. Este es uno de los más grandes atractivos de la capital, frecuentemente visitado por turistas y jóvenes que se reúnen alrededor de la fuente de agua ubicada al centro para conversar y enamorar. En el lugar todavía se encuentran los restaurantes Mirador y Munaypata; ambos disponen de una variada oferta gastronómica, además de un panorama privilegiado.

Si, más bien, la dirección elegida es el oeste, el visitante llegará al Cementerio General, donde están enterradas muchas personalidades de la historia boliviana, inclusive jefes de Estado. Mausoleos, monumentos y jardines preciosos constituyen este camposanto, cuyo aire aristocrático se siente en todo momento. Su avenida principal está toda adornada por altísimos pinos que le confieren una belleza fuera de lo común.

A su vez, el Parque Bolívar, ubicado a tan solo cuadro cuadras de la plaza central, es el espacio ideal para pasear, practicar deportes o simplemente descansar. Bastante arborizado, es un lugar muy agradable y que además está inspirado en la capital francesa, París, con réplicas de la Torre Eiffel y del Arco del Triunfo. Por las noches, su fuente de agua es escenario del espectáculo de aguas danzantes; por las mañanas, es punto de encuentro de personas de todas las edades, especialmente jóvenes y niños.

Finalmente, para los que dispongan de tiempo para visitar las zonas más alejadas del centro, las mejores opciones son el Castillo de La Glorieta, perteneciente en el pasado a los príncipes de La Glorieta, Francisco Argandoña y Clotilde Velasco. El palacio conserva su lujosa decoración y estilo arquitectónico y guarda muchas historias fantásticas en sus antiguos pasillos. En otra línea está el Parque Cretácico, ubicado en la entrada este de la ciudad y constituido por un parque temático, muy cerca de donde se puede ver las huellas de dinosaurios prehistóricos, que habitaron la región hace millones de años.

Foto: Benjamin Dumas (Flickr)


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